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Cómo nació y se ha ido construyendo una teoría tan asombrosa como
indispensable para comprender el mundo en que vivimos.
Hace un siglo, el 14 de diciembre de 1900, en una conferencia impartida
por el profesor Max Planck de la sociedad de física de Berlín, se habló
por primera vez de la física cuántica. En esa ocasión Planck dio a
conocer una buena forma de describir el comportamiento del color de la
luz producida por un cuerpo caliente. Este fenómeno no nos es totalmente
desconocido pues sabemos por experiencia que si calentamos un pedazo de
hierro éste se hace luminoso –tanto más brillante cuanto más caliente– y
que su luz, como la solar, está compuesta por una extensa gama de
colores que nos recuerda al arco iris. ¿Por qué sucede esto? Mark Plank, quien nació en Alemania en 1858 (murió en 1947), se había doctorado en la Universidad de Munich en 1879 y especializado en termodinámica, esto es, en el estudio de las propiedades de la materia relacionadas con las condiciones a las que está sujeta, en especial su temperatura. Una característica esencial del estudio termodinámico es que puede tratar un objeto sin necesidad de detallarlo demasiado y por ello podemos saber mucho del comportamiento de un gas sin tomar en cuenta que está hecho de partículas. Pero la curiosidad humana es insaciable y hemos construido otras disciplinas que extienden y profundizan nuestros conocimientos. Desde fines del siglo pasado se sabía cómo usar la mecánica para explicar las conclusiones de los estudios termodinámicos en términos de las componentes básicas del objeto en consideración, por ejemplo la presión que ejerce un gas como resultado de que está hecho de partículas. Volvamos al pedazo de hierro con el que iniciamos este artículo y pensemos en su calentamiento. Si tal objeto tuviera cavidad interna –una burbuja que quedó atrapada dentro de él, por ejemplo– al calentarlo la luz emitida en su interior llenaría la cavidad y entonces tendríamos una especie de frasco repleto de luz. No es extraño entonces estudiar la luz como un gas y preguntarse acerca de sus componentes. Antes de continuar es preciso señalar algo que podría parecer paradójico; un buen emisor puede ser también un gran absorbente, esto es, los objetos luminosísimos son la otra cara de los hoyos negros. Esto es claro si se piensa que una cavidad repleta de luz podría dejar escapar un haz de gran luminosidad, mientras que la misma cavidad, cuando está totalmente vacía, guardaría toda la luz que entrara en ella. De ahí que los físicos se refieran al trabajo de Planck como el estudio de "la radiación del cuerpo negro". Los cimientos
La construcción del edificio Aunque se afirma que la física cuántica nació con el descubrimiento de Planck, en 1900, lo cierto es que su formulación se inició hasta 1925, con los trabajos de otro físico alemán, Werner Heisenberg. Es indudable que la mecánica cuántica, como casi todas las teorías científicas modernas, es una obra colectiva resultante de una gran variedad de esfuerzos personales realizados durante muchos años y en diversos lugares. Sin embargo, buscando los antecedentes determinantes de lo que ahora sabemos de ese campo, es imposible pasar por alto un artículo –fechado en 1925– en el que Heisenberg señaló la importancia de cambiar la formulación matemática de los fenómenos que ocurren en el mundo atómico. A partir de 1926, el desarrollo de la mecánica cuántica fue espectacular. En ese año Erwin Schrödinger (físico austriaco) formuló la famosa ecuación que desde entonces lleva su nombre y con ella los físicos iniciaron la construcción del gran edificio que alberga ahora las explicaciones de los fenómenos atómicos y moleculares. Poco después se puso en limpio la estructura matemática de la teoría cuántica, especialmente por los trabajos del físico inglés Paul Adrien, Maurice Dirac y del matemático estadounidense, de origen húngaro, John von Neumman. Los logros de la mecánica cuántica fueron tantos que enumerarlos llenaría esta revista. Sin embargo no todo era miel sobre hojuelas, pues la lista de problemas pendientes también fue creciendo.
.....Cuando un conjunto de átomos es sometido a una acción externa –un calentamiento o el paso de una corriente eléctrica– éstos emiten radiación electromagnética, por ejemplo luz. El caso del hidrógeno gaseoso fue el favorito de los laboratorios de física, por lo que el arreglo de las líneas luminosas que emite –su espectro– constituyó una especie de modelo para el estudio de la emisión atómica. No obstante, en 1947 el físico estadounidense Willis Lamb, aprovechando las técnicas para el manejo de microondas desarrolladas durante la segunda Guerra Mundial, descubrió algo inesperado: una de las líneas luminosas del hidrógeno era compuesta y podía separarse en dos, lo que se pensaba era imposible de acuerdo con la teoría aceptada en esos momentos. Unos cuantos meses después los estadounidenses Julian Schwinger y Richard Feynman publicaron una reformulación de la mecánica cuántica con la cual se podía explicar –y calcular– la separación de líneas descubierta por Lamb. El desarrollo de la física cuántica ha continuado hasta nuestros días y no es este el lugar para seguir esbozando su historia.
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